Desde el 10 de mayo de 2008, fecha en la que Miguel Marina visitó al notario para organizar un sorteo en el que el premio era su propio piso, hasta el 7 de junio de 2008, fecha en la que se detiene el sorteo, han pasado varias cosas.
Ante la imposibilidad de asumir los costes de la hipoteca, y después de haber agotado todas las posibilidades de negociación con su banco, Miguel decide dividir el coste de su piso de 72 metros cuadrados en Cienpocuelos (Madrid), en 64.000 participaciones de 5 euros y ponerlas a la venta a través de Internet. Así, el ganador del sorteo se llevaría un piso, con plaza de garaje incluida, libre de hipoteca.
Hasta la fecha llevaba vendidas 2.256 papeletas, pero pasó por alto un pequeño detalle: Debería haber abonado una tasa del 15% del importe de la recaudacion, 48.000 euros, a la Direccion General del Juego. Ante la imposibilidad de asumir esa cantidad y forzado por la presión mediática que el caso había suscitado, ha decidido echarse atrás y parar el sorteo, comprometiéndose a devolver el dinero a aquellas personas que ya han adquirido sus boletos.
Se le ha acusado de oportunista y estafador, pero lo cierto es que su iniciativa contaba con cierto favor popular, hasta el punto de que muchos de los participantes han renunciado a que se les devuelva el dinero. Pese a ello, Miguel Marina ha optado por devolver todo el dinero y acallar así las últimas críticas recibidas.
En fin, será lícito o no, pero me da la impresión de que sólo en España pueden llegar a suceder cosas como ésta, a medio camino entre la ingeniería económica y la picaresca.
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